Musicoterapia y Déficit de atención con hiperactividad
Autor: Mta Gustavo Gauna
Desde hace varios años se viene dando con mucha insistencia el tema de aquellos niños que con una serie de síntomas específicos, son ubicados dentro del cuadro de “niños hiperactivos”.
Como terapeuta en niños desde hace más de dos décadas, deseo dedicarle éstas líneas a aquellos padres preocupados por este tipo de situaciones.
Una de las primeras cuestiones a las que uno como terapeuta de niños le presta atención es al hecho de entender el panorama más amplio posible de la realidad de este niño. Realizar un diagnóstico de un niño, sin tener en cuenta esta variable, puede llevarnos a un craso error.
Según el DSM IV, la persona con Déficit de atención con hiperactividad, se caracteriza principalmente y entre otros síntomas por que :
No presta atención o le cuesta mantenerla.
No escucha ni puede seguir instrucciones.
Le cuesta organizar tareas distrayéndose fácilmente.
Se mueve en exceso no permaneciendo mucho tiempo sentado.
Posee dificultades para jugar o mantenerse en actividades pasivas.
Cuando un diagnóstico se hace tan conocido, se corre peligro de caer en la simplificación de los hechos. Y esto corre tanto para los profesionales de la salud como para los educadores.
Hago referencia a que en mi experiencia clínica me es difícil recordar un caso de un niño con este cuadro, en donde no hubiese desde el vínculo familiar una tendencia a ciertas rutinas, en donde las principales conductas presentes en la hiperactividad no estuviesen ya – de alguna manera – insipientes.
Un hogar en que ambos padres trabajan, en donde no hay momentos en familia, con pocos espacios para el diálogo, con presencias avasallantes en algún progenitor o en ambos, con permanentes modificaciones en las variables familiares y/o con la presencia de ansiedad y la necesidad de “siempre necesitar más”; hacen un hogar en donde que un hijo “ sea acelerado” no tendría que ser nada sorpresivo y mucho menos tomado como un síntoma de algo enfermo.
¿ Que otra alternativa le cabe?
Lo que le deseo expresar a los padres con esta idea, es que cuando nuestro hijo se nos presenta con un situación de no poder parar, de estar acelerado, de no tener freno o límite; es tan correcto tener la consulta con el profesional por ustedes hayan elegido, como que vayan reflexionando sobre vuestra dinámica como familia y/o grupo familiar.
No es conveniente la idea de que el problema “ lo tiene el niño” y la “pastillita” lo va poner bien. Debemos comprender que la salud en un compromiso, y sobre todo, una construcción. O sea, que la familia sana se funda en el trabajo que como padres realicemos, por ejemplo, sobre los vínculos con nuestros hijos y de todos los miembros entre sí.
Un familia sin espacio para escuchar lo que al otro le pasa, o con un generación permanente de situaciones de cambio y ansiedad o con poca contención, es difícil que no produzca un aceleramiento es alguno de sus miembros.
Los abordajes terapéuticos – de este cuadro que afecta tan profundamente al desarrollo normal de la escolaridad de los niños -, van desde medicación específica hasta tratamientos terapéuticos como los psicológicos y los psicopedagógicos.
Si bien los musicoterapeutas – como profesionales de la salud y la educación – estamos de acuerdo con estas posibilidades de abordaje, también hacemos hinca pie en las funciones básicas que el “tempo” y el “ritmo” musical , poseen sobre todo ser vivo. Piénsese por ejemplo, en nuestro cuerpo y cómo éste necesita de una sincronización de ritmos y alternancias rítmicas ( cardíacas, respiratorias, mentales, de sueño, hormonal, entre otras), en donde la alternancia siempre está presente ( sístole – diástole, inspiración – espiración, vigilia – sueño). etc.
El tempo ( cantidad de pulsos en relación al tiempo cronológico ), es la base sobre la cual se define la velocidad del ritmo, ( división del tiempo por múltiplos o submúltiplos en relación a una unidad de tiempo).
Tanto el tempo como el ritmo son funciones sobre las cuales se construyen las capacidades expresivas y comunicativas de las personas. Es más, suelen vivirse como imperceptibles características que nos dan o no, esa empatía con la otra persona. Suele escucharse: “esa persona habla tan lento que me duermo”, ” es tan acelerado que me marea”; o por otro lado comentarios como ” Con Juan es hermoso compartir el tiempo, me tranquiliza tanto”.
Justamente, la musicoterapia parte en su hacer clínico desde las expresiones más primarias de la personas. Es que ante cualquier alteración de la personalidad humana, lo primero que se ve afectado son sus capacidades expresivas. Y éstas se organizan y estabilizan a partir de las funciones rítmicas en lo humano. Todo lo vivo posee un ritmo básico y cualquier alteración de ese ritmo, se transforma inmediatamente en alguna preocupación sintomática para la persona; alteraciones en el ritmo cardíaco, en el sueño, en el período femenino o también aceleramiento maníaco, entre otros.
Pero, ¿ en qué se fundamenta el actuar de la musicoterapia ante el niño o persona que padece un déficit de atención con hiperactividad ?.
Desde el punto de vista de su accionar clínico, la musicoterapia ofrece un espacio-tiempo, para el desarrollo de las capacidades expresivas. Cualquiera que conoce un niño-adulto con hiperactividad, observará inmediatamente que lo primero que se observa son las dificultades para organizar sus expresiones, que suelen ser desordenadas y con pocas posibilidades de ser estables. Justamente, esta falta de estabilidad en el tempo de la expresividad, es lo que hace que nos cueste entender lo que quiere expresar o lo que le pasa. La música como lenguaje no sólo se organiza sobre los momentos de expresión activa, sino también y muy especialmente sobre las posibilidades expresivas del silencio como corte y freno,- justamente la expresión musical desarrolla las capacidades inhibitorias -, problema central en la hiperactividad. La construcción de todo vínculo musical, exige un diálogo en donde las posibilidades de hacer-escuchar son absolutamente necesarias.
Es también en las posibilidades de recreación de la producción sonora, entendida como aquella producción estética propia de la persona, la que genera cierta distancia necesaria y sana entre la persona y su propia expresión. Es ese jugar con las propias expresiones que se colocan afuera; basta simplemente observar espectáculos como las improvisaciones en estilos musicales como el jazz, en donde el músico expresa cierta capacidad de divertirse con lo que hace, colocando sus propias emociones afuera y reconociéndose a sí mismo, sanamente en ellas.
Estos son los efectos que los musicoterapeutas solemos ver en el tratamiento de estos niños con hiperactividad, cuando ya avanzado el mismo ellos pueden, por ejemplo, crear ritmos propios, sobre éste hacer más lento su tempo, hacer silencios cargados de concentración en una tarea, ejecutar cortes para volver sobre un ritmo o melodía anterior, jugar con estas variantes y en definitiva comenzar un proceso de reconocimiento de la propia expresividad, comienzo de una comunicación sana y terapéutica.
A modo de ejemplo, un niño con este cuadro, al poco tiempo de comenzar su tratamiento en musicoterapia, había realizado el siguiente recorrido a lo largo de las sesiones. Primeramente se acercó al teclado tocando con las manos abiertas todas las teclas a la vez. Fue ante un sonido en particular que comenzó a tocar con un solo dedo. Allí apareció la intervención del musicoterapeuta y fue surgiendo un incipiente diálogo en donde por momentos el niño comenzó a escuchar al adulto, haciendo silencio. Niño y adulto jugaron – sin una consigna verbal por medio – a tocar uno cada vez y también a dúo. El niño comenzó a tomar algunas de las propuestas sonoras del musicoterapeuta, – para lo cual tuvo que haber inhibido sus expresiones -. A esta altura ya sus conductas eran mucho más lentas y había surgido la escucha y la espera. Por estos días, la maestra de la escuela comentó de los cambios en el aula en el mismo sentido. Finalmente, pudo tocar muchos instrumentos a un tempo más lento y con ritmos más definidos, transmitiendo estas conductas a otras formas de jugar, a los aprendizajes en la escuela y a sus diálogos con las personas.
En definitiva, pudo comenzar a “escucharse a si mismo” a partir de la intervención de un profesional preparado a realizar una lectura sonoro-musical – musicoterapéutica – de su expresividad.
Esta es una de las posibles intervenciones de la musicoterapia, disciplina de la salud y la educación, que por la naturaleza y la fuerza de la impronta del sonido y la música, puede llegar a producir nuevas y sanas maneras de comunicarse con los objetos propios – emotivos – y con los objetos interpersonales y/o sociales – afectivos- en beneficio de una visión con alternancias y con opciones de la realidad de cada uno.
Mta Gustavo Gauna.
M.P. ( Pcia de Cba). 7347.
Docente titular de la Cátedra de Musicoterapia en Prevención, de la Licenciatura en Musicoterapia de la Universidad Abierta Interamericana.