Ni bueno ni malo: “lo que yo espero”

Autor: Gustavo Gauna (“Escuchar a los niños en tiempos de la hiperactividad”, 2013, Ed. Diseño)

“Las dificultades   en   las conductas sociales muy frecuentemente, son el  resultado de vínculos   que  en sus primeras  experiencias  no han sido satisfactorios”
Es indiscutible  que con los cambios vertiginosos de los últimos tiempos, también han cambiado las maneras de compartir los deseos y los límites entre los seres humanos. Son variados lugares desde donde,  ante un niño que desarrolla conductas “no apropiadas” -como hacer berrinches, volverse agresivo, no respetar límites, no querer adaptarse a las situaciones, entre otras actitudes- se dan consejos sobre cómo manejar a los niños en esas situaciones.

Así como hablábamos de esa manera de escuchar por oposición, o sea escuchar por parejas de opuestos, es que también tendemos a calificar las conductas con la misma dinámica. Es el reino de lo bueno y de lo malo, de lo que hay que hacer y de lo que no, de lo que agrada y de lo que se rechaza, de lo que “tal valor” dice que hay que privilegiar y  lo que se debe considerar.

Quizás sin darnos cuenta los adultos  hemos creído que a los niños les basta con escuchar razones ya dadas, para poder calmar su iniciativa, su curiosidad y su  desparpajo, y con ello  detener su revolución interna ante las dudas, sospechas y sensaciones de novedad que pululan en la sana aventura de conocer y descubrir.

¡Pues no! Si el niño no puede encontrar ese punto -en donde  pueda adaptar sus conductas a los requerimientos del medio, por un lado y  pueda seguir respetándose a sí mismo, por el otro-  lo que menos necesita son razones externas para resolver este conflicto. Es que hay que entender que para el niño también es exigente y angustiante poner en equilibrio y acuerdo  sus requerimientos internos con los límites externos.

Ante ello, lo que puede contribuir a resolver este tipo de situaciones, siempre parte del sostén del vínculo. Es decir, lo que debe primar en lo que el niño va a escuchar de nosotros es siempre una opción que parta de nosotros mismos, que  involucre a este adulto y a este niño en una historia de construcción de  acuerdos.

Por eso se sugiere que  cuando haya que plantear una situación  que para el niño sea difícil de  llevar, se hable desde lo que uno espera de él, lo que uno desea que él comparta con nosotros. No es algo que se relacione con  negociar. No es pedir que tenga una conducta a cambio de que uno le dará algo. Es compartir  tanto las conductas  afines, como las conductas en desacuerdo, lo que permite que no haya presiones.

Para dar un ejemplo de los más comunes -el de ese niño que no puede frenarse en las salidas familiares y en los negocios se vuelve incontrolable, tocando todo, escapándose de los padres y/o gritando como si le estuviesen sacando la piel- lo que se sugiere es una combinación de actitudes y de  mensajes. Con una  mirada franca y directa, con calma y antes de los hechos, habría que describirle al niño la situación venidera –la salida que tendremos juntos- y después decirle lo que deseamos que vaya a pasar. “Iremos a tomar un helado, ese que tanto nos gusta,  y seguramente habrá mucha gente. Tendremos que esperar y necesitamos que vos también puedas esperar junto con nosotros. Si no podés esperar tendremos que volvernos a casa, sin comer ese helado tan rico”.

Lo que se quiere significar, es la importancia de ofrecerle al niño al menos cuatro formas de entendimiento. Hablando en primera persona entonces: Primero, “te  anticipo la situación que te propongo,  para que ya la vayas pensando e incorporando”. Segundo, “me involucro con esta propuesta de  situación compartida, para que sientas que lo que  te pido es en realidad lo que vamos  a hacer juntos”. Tercero,  “te muestro una descripción de la situación que  vamos a buscar y que nos agrada”. Cuarto, “que si no se da como yo te lo  pido, no va a pasar nada, solo que no vamos a poder disfrutar juntos de lo que fuimos  a   buscar”.

En definitiva, no hay que presionar al niño con exigencias decididas desde un afuera desconocido para él. Hay que ofrecerse uno mismo, como adulto que está con él, explicitándole nuestro propio deseo: “estar con vos y compartir esto que vamos a hacer juntos.   Tu conducta no va a ser ni  buena ni  mala;  ¡solo se trata de lo que yo deseo que hagamos juntos!”