Escuchar en sintonía a un niño

La clínica en niños en Musicoterapia

Autor: Lic. Luciana Licastro

El abordaje terapéutico en Musicoterapia proporciona los elementos para que el paciente pueda explorar sus modos discursivos, expresivos, vinculares y relacionales representativos (Licastro, 2007), con el fin de construir y reconstruir nuevas experiencias subjetivas en base a la relación terapeuta-paciente. Particularmente, en la clínica en niños apuntamos a la expresión sonora espontánea (producción sonora-expresiva) y a la construcción de un espacio vincular para que el paciente/niño pueda explorar:

a) Sus propios recursos expresivos (cuerpo y voz en relación)

b) Posibles relaciones con las fuentes sonoras (construcción de secuencias y estructuras de juegos sonoras)

c) Producciones sonoras “propias” que permitan la construcción de pautas que favorezcan la interacción

d) El espacio vincular para construir vínculos con las fuentes sonoras, el terapeuta u otros (donde se pone en escena la

afectividad y creatividad como vehículo de partida hacia los núcleos de salud).

Uno de los aspectos que tenemos en cuenta al abordar la clínica en niños es la espontaneidad. Pensamos este concepto en el sentido que le confiere Hoffmann (2006), como la expresión de la vitalidad que implica una fuerza que lleva a los sujetos a explorar, conocer y aprender tanto del mundo como de los objetos y de las personas. La espontaneidad se expresa a través de una acción que requiere de un mínimo de organización y es una fuerza expresiva para dar a conocer lo que integra el mundo interior de cada persona. Esa iniciativa, el tomar la acción por cuenta propia, es una primera forma de organización y construcción de una vivencia, que a sus vez reúne vivencias anteriores. En la vivencia se inscriben un conjunto de sensaciones, impresiones, recuerdos que se forman en un plano no verbal; recortes de imágenes y sonidos integrados de manera propositiva para la acción. A lo largo de repeticiones y/o combinaciones, la vivencia se va transformando en experiencia. La experiencia es aquella que podremos comprender, contar y comunicar (Hoffmann, 2006: 93-4).

La clínica musicoterapéutica en niños permite y abre las puertas al interjuego de esas vivencias sonoras. Habilita una instancia donde el niño se vivencia en su mundo de sensaciones e impresiones a través de la relación espontánea con un otro-terapeuta. Esas vivencias que el niño necesita experimentar serán las que luego, enmarcadas en un proceso terapéutico y una configuración vincular específica, se convertirán en nuevas experiencias vinculares, relacionales, expresivas y discursivas.

El abordaje en Musicoterapia propone el descubrimiento de nuevas experiencias y permite en el niño integar-se para identificar organizadores de “si-mismo” (Stern, 2006) y de un otro adulto. La integración de nuevos recursos posibilita al niño una experiencia más unificadora y global, observable en nuestra clínica a través de producciones sonoras que representan estructuras y permiten en el niño entablar relaciones discursivas verbales y no verbales. Es allí donde podemos hablar de una “configuración vincular”, es decir de un proceso representado en una sucesión de acontecimientos que cobraron sentido a partir de la propia construcción del paciente-niño. De lo contrario, ante la presencia de patologías (trastornos severos del desarrollo), las producciones sonoras son representadas por la desintegración y aislamiento discursivo-sonoro, observable en producciones sonoras que expresan patrones sonoros y células rítmicas que no presentan relación entre sí. En estos casos se observa la dificultad de sostener secuencias y estructuras sonoras en la interacción con el terapeuta o un par. Esta dificultad permite detectar la falta de organizadores o elementos que constituyen unidades subjetivantes.

La estructura sonora es aquella que, expresada en una producción, presenta una organización sonora. Ocurre que en la clínica con niños no se presenta como tal (pre-establecida), si no que es el resultado de intervenciones que apuntan hacia la búsqueda de organizadores sonoros. Por ejemplo, nos encontramos en la práctica con pacientes-niños cuyas expresiones se observan en un gesto o una intención que no pueden ser sostenidos en forma y tiempo secuencial. Sin embargo, esa expresión es la que el musicoterapeuta valorará como apertura y camino posible para encauzar el tratamiento. Más aún, podemos encontrarnos con pacientes donde la iniciativa vincular se manifiesta visiblemente más afectada, por ejemplo pacientes con mayor grado de desconexión con la realidad. En ese caso el musicoterapeuta valorará el silencio, la repetición y la estereotipia como forma de sintonización y sentido posible.

En síntesis, la clínica musicoterapéutica propone construir círculos de comunicación a través de manifestaciones no verbales, lo cual invita al paciente a un diálogo sonoro. El musicoterapeuta le devuelve a ese niño un sonido, y/o un gesto para habilitar la interacción, lo cual posibilita que el niño pueda auto-organizarse o, más aún, pueda convertir esa vivencia en experiencia. A través de estos sucesivos diálogos se conforman pautas en la interacción y la posibilidad de ir sosteniendo en tiempo y forma las producciones (producciones en simultaneidad, alternadas, conjuntas, u otras). Se van creando códigos y descubriendo organizadores sonoros, que permiten el armado de una estructura y una organización discursiva.

La escucha clínica en Musicoterapia

Por otra parte, el musicoterapeuta dirige su observación a las relaciones progenitor-niño, familia-niño, terapeuta-niño, contexto social-niño. Dentro del proceso clínico la observación, la lectura y la escucha del Musicoterapeuta está centrada en la materia sonora (fuentes, voz, cuerpo en relación, etc.) y su despliegue expresivo. En el abordaje se identificarán los organizadores de las estructuras que conforman esa materia, operando desde ese desciframiento para la apertura, variación, renovación y resignificación. Es decir hacia la construcción de sentido.

Dado que la propuesta es una clínica vivencial y vincular, el cuerpo del musicoterapeuta entra en escena terapéutica y en sintonía con la producción del niño. En una primera instancia, esto requiere el escuchar al niño. Escuchar lo que el niño “trae”, lo que tiene para “decir” y a través de qué formas expresivas. Se trata de dar lugar a las manifestaciones de ese niño, favorecer su expresión sonora-corporal y observar la fluidez del vínculo en la relación espontánea. Por ello al inicio del tratamiento el musicoterapeuta le otorga un espacio relevante a lo que el niño puede hacer, a lo que le otorga un valor específico y al sentido de sí mismo que el niño expresa. Durante el proceso terapéutico las intervenciones se dirigirán hacia la discriminación y selección de secuencias sonoras en interacción que favorezcan la constitución sujetiva del niño. Se intentará identificar las intenciones, los motivos y la autoría de la acción para habilitar sus modos de relación, expresivos y de comunicación. Mencionábamos la necesidad de estar “en sintonía” con la producción del niño. Según Bowlby, implica estar disponible, confiable, atento y sensible para que el paciente-niño pueda identificar a un otro como confiable. Que le otorgue al paciente un sentimiento de seguridad y valoración para profundizar la relación terapéutica, y le permita explorar el “mundo”, el espacio vincular, y a sí mismo.

Bibliografía:

Bowlby, J (1988). “Una Base Segura”. Aplicaciones clínicas de una teoría del apego. Buenos Aires: Paidos

Hoffmann, M. (2006). Los Árboles no crecen tirando de las hojas. Buenos Aires: Del Nuevo Extremo. [Primera edición, 2003].

Stern, D (1990). Diario de un bebe. Que ve, siente y experimenta el niño en sus primeros cuatro años. Buenos Aires. Paidos.

Stern, D (1991) El mundo interpersonal del infante. Una perspectiva desde el psicoanálisis y la psicología evolutiva. Buenos Aires. Paidos.

Perez, E. (2006). La entonación. Aportes para la comprensión en la escucha clínica musicoterapéutica de niños. Tesis de licenciatura en Musicoterapia. Universidad Del Salvador.

Kenneth k. (1957. La vida mental y social del bebé. Buenos Aires Paidos.

Nacional Center For Clinical Infant Programs. (1998). Clasificación Diagnostica: 0-3años. Clasificación diagnostica de la salud mental y los desordenes en el desarrollo de la infancia y la niñez temprana. Buenos Aires .Paidós.